Vimos en la entrada de blog anterior que las causas instrumentales de la justificación, según el pensamiento de la Iglesia Católica Romana, son los sacramentos del bautismo y la penitencia. Pero para el pensamiento protestante la causa instrumental es solo la fe. Además, la postura católica romana de la justificación descansa sobre una infusión de justicia, mientras que en el protestantismo es la imputación de la justicia de Cristo. Muchos creen que los católicos romanos rebajan la importancia de la fe, pero eso no es cierto. La Iglesia Católica Romana insiste en la necesidad de la fe para la justificación; sin embargo, sostiene que la fe no es suficiente por sí sola para justificar a nadie. Debe haber también obras. Por lo tanto, la diferencia real es que la iglesia romana cree en la fe más las obras, y en la gracia más los méritos, mientras que la Reforma declara que la justificación es solo por la fe y solo por la gracia.
La fe es central para el cristianismo. En repetidas ocasiones el Nuevo Testamento llama a la gente a creer en el Señor Jesucristo. Hay un conjunto definido de creencias, el cual es parte de nuestra actividad religiosa. En el tiempo de la Reforma, el debate tenía que ver con la naturaleza de la fe que salva. ¿Qué es la fe que salva? A mucha gente, la idea de justificación solo por la fe le sugiere un antinomianismo sutilmente velado que sostiene que la gente puede vivir como guste y quiera mientras que crean en las doctrinas correctas. Sin embargo, Santiago escribió en su epístola: «Hermanos míos, si alguno dice que tiene fe y no tiene obras, ¿de qué sirve? ¿Puede acaso su fe salvarle?… Así también la fe, si no tiene obras, está muerta en sí misma» (2:14, 17). Lutero decía que la clase de fe que justifica es fides viva, una «fe viva», una que inevitable, necesaria e inmediatamente otorga el fruto de justicia. La justificación es solo por la fe, pero no por una fe que está sola. Una fe sin algún resultado de justicia no es fe verdadera.
Para la Iglesia Católica Romana, la fe más las obras da como resultado la justificación. Para el antinomianismo, fe menos obras da como resultado la justificación. Para los reformadores protestantes, fe es igual a justificación más obras. En otras palabras, las obras son el fruto necesario de la verdadera fe. Las obras no cuentan para la declaración de Dios de que somos justos ante sus ojos; no son parte del fundamento para la decisión de Dios de declararnos justos.
ELEMENTOS ESENCIALES DE LA FE QUE SALVA
¿Cuáles son los elementos constituyentes de la fe que salva? Los reformadores protestantes reconocían que la fe bíblica tiene tres aspectos esenciales: notitia, assensus y fiducia.
Notitia se refiere al contenido de la fe, las cosas que creemos. Se trata de ciertas cosas que hay que creer sobre Cristo: él es el Hijo de Dios, es nuestro Salvador, ha provisto la expiación, etc.
Assensus es la convicción de que el contenido de nuestra fe es verdadero. Alguien puede saber sobre la fe cristiana pero creer que no es verdad. Podemos tener algunas dudas mezcladas con nuestra fe, pero tiene que haber un cierto nivel de afirmación y convicción intelectual si vamos a ser salvos. Antes de que alguien pueda realmente confiar en Jesucristo, tiene que creer que Cristo en realidad es el Salvador, que es efectivamente todo lo que él dijo sobre sí mismo. La fe genuina dice que el contenido, la notitia, es verdad.
Fiducia se refiere a la confianza personal. Saber y creer el contenido de la fe cristiana no es suficiente, porque incluso los demonios pueden hacer eso (Santiago 2:19). La fe es efectiva solamente cuando uno confía solo en Cristo para su salvación. Una cosa es dar consentimiento intelectual a una proposición pero otra muy diferente es colocar en esa idea nuestra confianza personal. Podemos decir que creemos en la justificación por la fe, y aun así seguir pensando que vamos a ganarnos el cielo por nuestros logros, por nuestras obras, por nuestra lucha. Es fácil meter en la cabeza la doctrina de la justificación por la fe, pero es difícil meter en la sangre y en la vida la confianza solo en Cristo para nuestra salvación.
Existe otro elemento para fiducia además de la confianza, y es el afecto. Una persona no regenerada nunca vendrá a Jesús porque no quiere a Jesús. En su mente y en su corazón esa persona está fundamentalmente en enemistad con las cosas de Dios. En tanto que una persona es hostil a Cristo no tiene afecto por él. Satanás es un ejemplo de esto. Satanás conoce la verdad, pero la odia. Está totalmente opuesto a adorar a Dios porque no tiene amor por Dios. Por naturaleza todos somos así. Estamos muertos en nuestro pecado. Caminamos según los poderes de este mundo y satisfacemos los deseos de la carne. Hasta que el Espíritu Santo nos cambia, tenemos corazones de piedra. Un corazón no regenerado no tiene afecto por Cristo; no tiene vida y no tiene amor. El Espíritu Santo cambia la disposición de nuestro corazón para que veamos la dulzura de Cristo y lo abracemos. Nadie ama a Cristo de manera perfecta, pero no podemos amarlo ni siquiera un poco a menos que el Espíritu Santo nos cambie el corazón de piedra y lo haga un corazón de carne.
FRUTOS DE LA CONVERSIÓN
Los teólogos tradicionalmente han reconocido varios elementos que acompañan a la fe salvadora. Se los llama «frutos de la conversión». Vamos a revisar algunos de ellos.
Arrepentimiento
Cuando el Espíritu Santo trae a alguien a la fe, esa persona experimenta una conversión. Su vida da un giro de 180 grados. Esta media vuelta se llama «arrepentimiento», y es un fruto inmediato de la fe genuina. Algunos incluyen al arrepentimiento como parte de la fe genuina. Sin embargo, la Biblia distingue entre arrepentirse y creer. No podemos tener afecto por Cristo hasta que reconozcamos que somos pecadores y que necesitamos desesperadamente la obra que él realizó a nuestro favor. El arrepentimiento incluye el odio al pecado, que viene con el nuevo afecto que Dios nos otorga.
No me gusta cuando algunos pastores dicen: «Ven a Jesús y todos tus problemas se resolverán». Mi vida no era complicada antes de llegar a Cristo; las complicaciones comenzaron al conocer a Cristo. Antes de ser cristiano yo iba por una vía de un solo sentido. Hoy todavía enfrento tentaciones de este mundo, pero Dios ha plantado en mi corazón afecto y confianza en Cristo. En otras palabras, nos arrepentimos porque odiamos nuestro pecado. Sí, una parte de nosotros todavía ama al pecado, pero el arrepentimiento verdadero conlleva una tristeza piadosa por haber ofendido a Dios y una decisión firme de deshacerse del pecado. El arrepentimiento no significa la victoria total sobre el pecado. Si la victoria total fuera un requisito nadie podría ser salvo. El arrepentimiento es alejarse del pecado, es una perspectiva diferente del pecado. La palabra griega que se traduce «arrepentimiento» es metanoia, que significa literalmente «cambio de mente». Antes de Cristo racionalizábamos nuestro pecado, pero ahora nos damos cuenta de que el pecado es algo malo; ahora tenemos una opinión diferente acerca del mismo.
Adopción
Cuando Dios nos declara justos en Jesucristo nos adopta en su familia. Su único Hijo verdadero es Cristo, pero Cristo se convierte en nuestro hermano mayor por medio de la adopción. Nadie nace dentro de la familia de Dios. Por naturaleza somos hijos de ira, no hijos de Dios; por lo tanto, Dios no es nuestro Padre por naturaleza. Podemos tener a Dios por Padre solo si nos adopta, y Dios nos adoptará solo por medio de la obra de su Hijo. Pero cuando depositamos nuestra fe y confianza en Cristo, Dios no solo nos declara justos sino que también nos declara sus hijos e hijas por adopción.
Paz
Pablo escribe a los Romanos: «Justificados, pues, por la fe tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo…» (5:1). El primer fruto de la justificación es la paz con Dios. Éramos enemigos, pero la guerra ya terminó. Dios declara un tratado de paz con todo aquel que pone su fe en Cristo. Cuando Dios hace esto, no entramos en un tiempo de tregua inestable en el que al momento de nuestra primera falla Dios comience a blandir la espada. Esta paz es una paz inquebrantable y eterna, porque ha sido ganada por la perfecta justicia de Cristo.
Acceso a Dios
Pablo también escribe: . .por medio de quien [Cristo] también hemos obtenido acceso por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios» (Romanos 5:2). Otro fruto es el acceso a Dios. Dios no permite la entrada a sus enemigos para tener con ellos amistad íntima, pero una vez que hemos sido reconciliados con Dios por medio de Cristo tenemos acceso a su presencia y nos gozamos en la gloria de su Ser.