La Gracia Común

La palabra soteriología no se usa mucho en las iglesias, pero es importante porque tiene que ver con nuestra salvación. Soteriología proviene del verbo griego sozo, que significa «salvar». El sustantivo relacionado, soter, significa «salvador».

Las Escrituras hablan de salvación en varias maneras. Estamos acostumbrados a usar el término salvación o a hablar de «ser salvos» en el sentido de ser redimidos por Dios eternamente. En un sentido, la gran calamidad de la cual somos salvados es Dios mismo; es decir, somos salvados de tener que enfrentar a Dios en su ira el día del juicio. Dios es al mismo tiempo el Salvador y aquel de quien somos salvados.

Sin embargo, el verbo griego sozo se refiere a cualquier acto de rescate de una calamidad. Alguien restaurado después de una enfermedad que amenazó su vida está sano y salvo. Alguien rescatado de ser capturado en batalla está a salvo. Cualquier rescate de situación de calamidad es un tipo de salvación.

La preocupación central entre los teólogos reformados que estudian la salvación es el concepto de gracia. G. C. Berkhouwer observó que la esencia misma de la teología es la gracia. Desde el principio hasta el final la salvación es del Señor, y no es algo que ganamos o merecemos. Se nos da libremente por la misericordia y amor de Dios.

DEFINICIÓN DE GRACIA

Para empezar debemos distinguir entre gracia y justicia. La justicia es algo que se gana o se merece por nuestras obras. Cuando Pablo escribe sobre el tema de la salvación deja claro que si la salvación fuera por obras no sería entonces por gracia, pero ya que es por gracia no es por obras. Así que la justicia se relaciona a una cierta medida de méritos. En cambio, la gracia es inmerecida; es decir, no es algo que se pueda ganar por medio de méritos. Más bien, la gracia es algo dado libremente por Dios. Él no está obligado ni necesita darla. El apóstol Pablo cita lo que Dios dijo a Moisés: «Tendré misericordia de quien tenga misericordia, y me compadeceré de quien me compadezca» (Romanos 9:15). La gracia siempre es una prerrogativa divina, nunca un requisito.

Entender esto es de importancia crítica porque tenemos la inclinación a pensar que Dios nos debe algo. Frecuentemente creemos que si Dios fuera realmente bueno de alguna manera nos daría una vida mejor, pero si creemos que Dios nos debe algo en realidad estamos pensando en la justicia, porque la gracia nunca es algo que se debe. Dios no está obligado a dar su gracia a nadie. La definición clásica de gracia es «favor inmerecido». Cuando Dios se comporta de manera favorable hacia nosotros aunque no tengamos los méritos para esperarlo, eso siempre es gracia.

GRACIA COMÚN

Otra distinción importante es aquella entre la gracia común y la gracia especial. La gracia especial involucra la redención que Dios da a los salvos. En cambio, la gracia común se llama así porque es virtualmente universal. Es la gracia que Dios da a toda la gente de manera indiscriminada. La gracia común es la misericordia y la bondad que Dios extiende a la raza humana. La Biblia dice que Dios en su providencia envía la lluvia sobre justos e injustos (Mateo 5:45), y este es un ejemplo de gracia común. Puede haber dos granjeros en el mismo pueblo: uno devoto y comprometido con las cosas de Dios, y el otro tan pagano como solo él puede serlo. Ambos necesitan la lluvia para sus cosechas y Dios, en su bondad, riega la tierra para que ambos se beneficien de la lluvia. Ninguno de esos granjeros merece que la lluvia nutra sus cosechas, pero la lluvia de Dios cae sobre ambos, no solo sobre el creyente.

La gracia común se extiende en muchos otros temas además de la lluvia. La gente que no cultiva su comunión con Dios disfruta de muchos de sus favores. Las mejoras que ocurren con el tiempo en las 

condiciones de vida —calidad de vida, mejor salud, más seguridad- son rasgos del progreso de la gracia de Dios a lo largo de la historia. Por supuesto, no todos disfrutan la misma calidad de vida, y ciertamente la calidad de vida en algunos países ricos es mejor que en otras partes del mundo. Sin embargo, aun en esas áreas, la expectativa y la calidad de vida van siendo cada vez significativamente mejores que lo que fueron hace siglos. La vida se ha hecho más fácil.

Mucha gente atribuye estas mejoras simplemente a la ciencia o a la educación pero debemos también incluir la influencia de la iglesia cristiana en los últimos dos mil años. La comunidad cristiana comenzó los orfanatos, los hospitales y las escuelas. Incluso de muchas maneras el desarrollo de la ciencia fue dirigido por cristianos. Los creyentes han tomado en serio la responsabilidad y el encargo dado por Dios de ser buenos mayordomos del planeta. Si graficamos la historia de la influencia de la iglesia en muchas esferas diferentes, vemos que la calidad general de vida sobre la tierra se ha mejorado mucho por la influencia del cristianismo, contrario a lo que dicen quienes critican el impacto de la religión en el mundo.

Se nos llama a ser imitadores de Dios, que es lo que significa ser hechos a imagen de él. Así que si Dios está preocupado por el bienestar general de la raza humana, los cristianos también somos llamados a preocuparnos por el bienestar general de la raza humana. De hecho, Jesús dice que si nuestro prójimo (incluso nuestro enemigo) tiene falta de ropa, debemos vestirlo; si tiene hambre, debemos alimentarlo; si tiene sed, debemos darle de beber; si está en prisión, debemos visitarlo; si está enfermo, debemos ministrar a sus necesidades (Mateo 25:34-36). La parábola del buen samaritano (Lucas 10:25-37) indica la prioridad de Jesús: que la iglesia debe estar ocupada no solo en el terreno de la gracia especial, la evangelización, sino también en el bienestar general de la raza humana. En otro lugar, Santiago nos dice que la esencia de la religión verdadera es cuidar a los huérfanos y a filas viudas (Santiago 1:27).

El liberalismo del siglo XIX rechazó los aspectos sobrenaturales de la fe cristiana, incluyendo el nacimiento virginal, la resurrección, la expiación y la divinidad de Cristo. Los liberales trataron de permanecer como una opción viable desde la perspectiva social al crear una nueva agenda para la iglesia, el alcance humanitario. Comenzaron a poner énfasis en la agenda social a expensas de la 

evangelización. Los cristianos no liberales tuvieron que redoblar sus esfuerzos en la evangelización para compensar el repudio a lo sobrenatural del ala liberal. Como resultado, los evangélicos comenzaron a creer que la preocupación social es exclusivamente un asunto liberal, y se enfocaron exclusivamente en la predicación de la salvación personal.

Los dos lados estaban equivocados. La iglesia es llamada no solamente a ministrar la gracia especial, sino que también al ministerio de la gracia común. Como cristianos, debemos preocuparnos por la pobreza y el hambre, debemos buscar formas de suplir las necesidades básicas de la vida, además de la evangelización.

Cuando comenzó la epidemia de sida, muchos cristianos se rehusaron a involucrarse en cualquier tipo de apoyo a las víctimas porque veían la enfermedad como una consecuencia del pecado: actividad homosexual y drogadicción. Sin embargo, si encontramos a alguien enfermo y muriendo en un pozo, no vamos a preguntarle cómo es que cayó en ese pozo. El amor de Cristo nos constriñe a sacarlo de ese pozo y a hacer todo lo posible para ayudarle, y ese es el punto de la parábola del buen samaritano. Nadie merece recibir el ministerio de la misericordia de Dios. Si alguien que tiene sida no merece ser ayudado por la misericordia de la iglesia, entonces tampoco yo la merezco, y tampoco tú. Todos nosotros recibimos los beneficios de la misericordia por gracia, y quienes hemos recibido la gracia no común —la gracia especial— debemos ser los primeros en mostrar misericordia.

¿Cuándo puede un cristiano tomarse de la mano o estar hombro a hombro con paganos, con gente de otras religiones o incluso con sectas apóstatas? Francis Schaeffer dijo en una ocasión que cuando se trata de asuntos de gracia común, los cristianos deben trabajar juntos con todo tipo de personas que no son cristianas. Cuando salgo en una marcha por los derechos del que no ha nacido, estaré junto a otros que comparten la misma preocupación. Esa es simplemente una de las áreas en las que salimos y apoyamos a la gente. Sin embargo, nunca estaré hombro a hombro en un culto de adoración con miembros de una secta satánica ni me sentaré en un desayuno de oración con musulmanes, porque esos eventos entran en el terreno de la gracia especial. Necesitamos entender la diferencia entre las dos. 

GRACIA ESPECIAL

En Romanos 9 leemos estas palabras de parte de Dios: «A Jacob amé, pero a Esaú aborrecí’ (v. 13). Entonces, ¿dónde queda nuestra idea de que Dios ama a todos incondicionalmente? Dios no ama a todos incondicionalmente; debemos hacer la distinción entre el amor benevolente de Dios y su amor complaciente, dependiendo de dónde se origina el amor.

El amor benevolente de Dios tiene que ver con su preocupación general por el bienestar de todos los seres humanos. En ese sentido, se puede decir con verdad que Dios ama a todos y que es benevolente para con todos. El amor complaciente de Dios es diferente. Cuando la gente hoy en día llama «complaciente» a alguien, a veces se refiere a algo distinto a lo que los teólogos quieren decir cuando hablan del amor complaciente de Dios. Los teólogos hablan de complacencia en el sentido de satisfacción o deleite. El amor de Dios complaciente tiene que ver con su amor redentor que está enfocado principalmente en su Hijo amado, pero que desborda a quienes estamos en Cristo. Dios tiene un amor especial por los redimidos, y es un amor que no tiene por el resto del mundo. 

Fuente: TODOS SOMOS TEOLOGOS Una introducción a LA TEOLOGÍA SISTEMÁTICA, R.C. Sproul, Editorial el Mundo Hispano, El Paso, TX, 2015, Pagina 225-229.

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