¿HAY MILAGROS HOY EN DIA?

Antes de dejar nuestro breve repaso de la persona y la obra del Espíritu Santo que se analizo en las anteriores entradas del Blog, hay que dirigir nuestra atención a un tema muy debatido en la iglesia en estos tiempos: ¿Debemos esperar que hoy en día haya milagros, o los milagros fueron para la era apostólica? Una pregunta relacionada sería: ¿Pueden realizar milagros Satanás y sus secuaces? Estas preguntas surgen en el contexto de lo que se denomina dones milagrosos del Espíritu.

La mayoría de la gente evangélica de hoy en día cree que los milagros todavía ocurren y que Satanás y sus demonios tienen el poder de realizar milagros. Quienes sostienen la postura contraria, incluyéndome a mí, casi siempre son muy incomprendidos en este punto. En este capítulo vamos a considerar algunos de los problemas que acompañan estos asuntos y la razón por la que el cesacionismo histórico es la postura de la teología reformada ortodoxa.

DEFINICIÓN DE MILAGRO

Cuando se habla de milagros la gente no siempre tiene en mente la misma idea. Algunos dicen que un milagro es cualquier respuesta a la oración. Otros argumentan que cualquier obra sobrenatural, como la regeneración del alma humana, es un milagro. Algunos incluso llegan a decir que cualquier suceso maravilloso o fascinante, como el nacimiento de un bebé, es un milagro. Sin embargo, todos los días nacen bebés; no hay nada extraordinario en ello. Si las cosas ordinarias son realmente milagros, entonces los milagros no deben ser considerados como extraordinarios. La importancia de los milagros en las Escrituras está en su carácter extraordinario.

Hay períodos en la historia bíblica en los que ocurrieron ráfagas de milagros. El más notable de todos ellos fue durante la vida de Jesús. En ese tiempo hubo milagros en abundancia. Sin embargo, también vemos períodos de milagros durante la vida de Moisés, y después en la vida de Elias. Con todo, durante la mayor parte del Antiguo Testamento los milagros estuvieron ausentes. No ocurrieron de manera consistente.

Mientras que la palabra milagro ocurre frecuentemente en las traducciones de la Biblia, no corresponde de manera exacta con ninguna palabra de los lenguajes originales. Los teólogos extrapolan el concepto de milagros de tres palabras en el registro bíblico (particularmente en el Nuevo Testamento): poderes, maravillas y señales. Los milagros son manifestaciones de poder divino; inspiran asombro y maravilla; y son significativos. Al describir un milagro, Juan utilizó con frecuencia la palabra semeion, que se traduce «señal». Cuando Jesús convirtió el agua en vino en la boda de Caná, Juan escribió: «Este principio de señales hizo Jesús en Caná de Galilea, y manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en él» (Juan 2:11).

EL PROPÓSITO DE LOS MILAGROS

Las señales apuntan hacia algo más allá de sí mismas. Tienen importancia; significan algo. ¿Qué querían indicar los milagros o las señales del Nuevo Testamento? ¿Qué habían de significar de acuerdo a su diseño? ¿A qué apuntaban?

Obviamente, fueron de gran importancia por lo que lograron. Jesús satisfizo las necesidades del anfitrión de la boda cuando convirtió el agua en vino, y sí cubrió las necesidades de muchos enfermos cuando los sanó, y trajo consuelo a los padres cuando levantó a la niña de entre los muertos. Pero ¿cuál era el significado de esos actos?

Para responder a esa pregunta, podemos ver primero a Nico- demo. Cuando Nicodemo vino a Jesús de noche, le dijo: «Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro, porque nadie puede hacer estas señales que tú haces a menos que Dios esté con él» (Juan 3:2). Nicodemo estaba diciendo que Jesús debía venir de Dios por las señales que realizó. Más tarde, Jesús mismo dijo: «Créanme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí; de otra manera, crean por las mismas obras» (Juan 14:11).

Para ver esta idea en toda su extensión, podemos leer la advertencia en Hebreos:

Por lo tanto, es necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea que nos deslicemos. Pues si la palabra dicha por los ángeles fue firme, y toda transgresión y desobediencia recibió justa retribución, ¿cómo escaparemos nosotros si descuidamos una salvación tan grande? Esta salvación, que al principio fue declarada por el Señor, nos fue confirmada por medio de los que oyeron, dando Dios testimonio juntamente con ellos con señales, maravillas, diversos hechos poderosos y dones repartidos por el Espíritu Santo según su voluntad.

Hebreos 2:1-4

El autor de Hebreos está diciendo que Dios confirma la verdad de su Palabra por medio de milagros. Este punto casi siempre se pasa por alto, pero tiene implicaciones importantes. Si las Escrituras dicen que sabemos que la Palabra de Dios es verdad porque sus autores han sido autentificados por medio de milagros, ¿cómo puede también realizar milagros alguien que no es agente de revelación? Si toda clase de persona puede hacer estas cosas, sus «señales» no prueban nada de su autoridad ni de si han sido enviados como voceros de Dios. Lo que está en juego en este tema es la autoridad de Cristo, la autoridad de los apóstoles y la autoridad de la Biblia misma.

Moisés fue llamado por Dios desde una zarza ardiendo para que se presentara ante el faraón y sacara a los israelitas de Egipto. Moisés titubeó frente a este mandato y dijo: «¿Y si ellos no me creen ni escuchan mi voz, sino que dicen: ‘No se te ha aparecido el SEÑOR’?» (Éxodo 4:1). Entonces Dios le dijo a Moisés que arrojara su vara al suelo. Moisés lo hizo y la vara se convirtió en una serpiente. Luego Dios le dijo a Moisés que colocara su mano dentro de su túnica, lo hizo y la mano de Moisés quedó leprosa. Dios estaba planeando confirmar su Palabra por medio de milagros; estas «señales» serían los medios por los cuales Moisés demostraría que él era el vocero de Dios y el líder designado. 

La Iglesia Católica Romana reclamaba milagros en su lucha contra los reformadores del siglo XVI. Roma decía: «Tenemos milagros en nuestra historia, y esos milagros prueban la verdad de la Iglesia Católica. ¿Dónde están sus milagros? ¿Cómo pueden dar autenticidad a la verdad de sus posturas si no tienen milagros?«. Los reformadores respondieron: «Tenemos milagros que prueban nuestra enseñanza y están registrados en el Nuevo Testamento». Cualquier persona puede decir que hace un milagro, pero solo un vocero designado por Dios tiene verdadero poder para realizarlo.

¿MILAGROS HOY EN DÍA?

El día de hoy mucha gente dice que realiza milagros. Sin embargo, si en verdad hacen milagros en el sentido bíblico, tendríamos que concluir que sus enseñanzas son apoyadas por Dios o que tales obras no autentifican la enseñanza apostólica verdadera. Por esa razón, debemos hacer una distinción entre la palabra milagro en un sentido estrecho y milagro en un sentido amplio. Los teólogos son cuidadosos al definir milagro de manera estrecha. Milagro en el sentido amplio se refiere a la actividad sobrenatural de Dios que es continua en la vida de su pueblo: sus respuestas a nuestras oraciones, el derramamiento de su Espíritu y la transformación de nuestra vida. Ciertamente esas actividades continúan el día de hoy. Sin embargo, de acuerdo a la definición estrecha utilizada por los teólogos, un milagro es una obra extraordinaria realizada por el poder directo de Dios en el mundo, un acto sobrenatural que solo Dios puede hacer, como traer vida en medio de la muerte.

La mayoría de quienes sostienen que los milagros continúan hoy en día no mencionan milagros como los que ocurrieron en la Biblia, como levantar a los muertos, pero algunos sí llegan hasta ese punto. ¿Hay resucitaciones el día de hoy? No lo creo. La cuestión no es si Dios puede realizar o si Dios realizó milagros; es si los realiza hoy en día. Tenemos que hacer una distinción cualitativa entre los milagros que algunos argumentan ver hoy y los milagros que encontramos en las Escrituras. Los supuestos milagros del día de hoy no son del tipo que solo Dios puede hacer.

SATANÁS Y LOS MILAGROS

Ya que en la Biblia se nos advierte contra las tretas de Satanás, quien realiza falsas señales y prodigios, la mayoría de los evangélicos cree que Satanás puede realizar milagros auténticos. Por ejemplo, los magos de Egipto realizaron hechos extraordinarios en su competencia contra Moisés, y esos hechos comúnmente se atribuyen a poderes e influencia demoníacos. Sin embargo, si Satanás puede realizar un milagro verdadero, ¿cómo sabemos que la Biblia es la Palabra de Dios y cómo sabemos que Jesús es el Hijo de Dios? En la Biblia los milagros no prueban la existencia de Dios sino que autentifican su obra. Cuando Pablo habló a los filósofos griegos en Atenas, les dijo que Cristo había sido confirmado como el Hijo de Dios por su resurrección (Hechos 17:31). ¿Pero cómo sabemos que la resurrección no fue operada por Satanás, y cómo sabemos que Satanás no capacitó a Jesús para hacer las obras que hizo? Esa fue la acusación de los fariseos contra Jesús.

Yo no creo que Satanás haya hecho esas cosas porque no creo que Satanás sea Dios ni que pueda hacer cosas que solo Dios puede hacer. Jesús advirtió que Satanás puede realizar señales y prodigios mentirosos que pueden engañar incluso a los elegidos (Marcos 13:22). Pero, ¿qué es una señal o un prodigio falso? Satanás no tiene el poder que solo Dios tiene, pero es más sofisticado que cualquier ser humano.

Los magos famosos de nuestros días no dicen que realizan milagros. Ellos claramente señalan que sus trucos son solo juegos de manos. Ese no era el caso en el mundo antiguo. Los magos de la antigüedad decían que tenían poderes sobrenaturales. Decían que podían hacer magia, pero solo eran trucos. Los magos de la corte del faraón sacaron todo lo que pudieron de su bolsa de trucos, pero pronto se quedaron sin más hazañas que realizar. Sin embargo, Moisés siguió realizando milagros porque no era un mago. Él había sido ungido con el poder de Dios para realizar lo que ningún mago podía hacer. De la misma manera, Satanás puede ser astuto y engañar a la gente, pero no puede hacer cosas que solo Dios puede hacer. Él no puede realizar un milagro verdadero en el sentido estrecho de la palabra. 

Fuente: TODOS SOMOS TEOLOGOS Una introducción a LA TEOLOGÍA SISTEMÁTICA, R.C. Sproul, Editorial el Mundo Hispano, El Paso, TX, 2015, Pagina 217-221.

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