Cuando se introduce el tema de los dones del Espíritu Santo hay mucho debate, especialmente sobre el don de hablar en lenguas. Ciertas preguntas sobre los dones hacen que sea difícil alcanzar una posición dogmática sobre este asunto.
Por ejemplo: la glosolalia, o hablar en lenguas, de la iglesia de Corinto (que se describe en 1 Corintios 12—14), ¿es idéntica a lo que ocurrió en Pentecostés? La presuposición tácita es que sí son lo mismo, pero algunos eruditos han indicado que tal vez (al menos en Pentecostés) el milagro no era tanto en el hablar, sino en el oír; es decir, se trataba de un milagro de traducción. En Pentecostés, aquellos que estaban reunidos de diferentes regiones del mundo fueron todos capaces de entender lo que decían los judíos en la asamblea. La Biblia no es explícita al respecto así que queda como asunto de especulación. Una pregunta relacionada es si acaso lo que ocurría en la comunidad de Corinto era milagroso y, si es así, si las lenguas que hoy en día se reportan son igualmente milagrosas, o si la gente tiene una habilidad natural para decir sílabas ininteligibles bajo la influencia del Espíritu Santo. El debate continúa.
Otra cuestión asociada con los dones, particularmente las lenguas, es si acaso Dios quería que continuaran durante toda la historia cristiana. Hay muy poca evidencia. Los registros históricos de la iglesia raramente mencionan el fenómeno de las lenguas. Algunos dicen que este silencio relativo tiene importancia escatológica. La idea viene de la «lluvia temprana» y la «lluvia tardía» profetizadas en Joel 2:23. De acuerdo con esta opinión, la «lluvia temprana» fue el derramamiento del Espíritu sobre la iglesia del primer siglo, y el reavivamiento del hablar en lenguas hoy en día es la «lluvia tardía», anuncio precursor de los momentos finales de la historia de la redención antes del regreso de Cristo.
También está el asunto de si el hablar en lenguas es un indicador indispensable del bautismo en el Espíritu Santo.
ENSEÑANZA DE PABLO A LOS CORINTIOS
La enseñanza más extensa sobre los dones del Espíritu se encuentra en 1 Corintios 12—14. Uno de los capítulos más conocidos de toda la Biblia es 1 Corintios 13, al cual denominamos «capítulo del amor», pero hoy en día es tan popular principalmente porque lo sacamos de su contexto. El discurso del apóstol Pablo sobre la supremacía del amor en 1 Corintios 13 comienza así: «Si yo hablo en lenguas de hombres y de ángeles pero no tengo amor, vengo a ser como bronce que resuena o un címbalo que retiñe» (1 Corintios 13:1). Este capítulo es parte de un discurso más amplio que comienza en el capítulo 12: «Pero no quiero que ignoren, hermanos, acerca de los dones espirituales» (v. 1). Pablo desea que el pueblo de Dios sepa sobre los dones espirituales y los use apropiadamente. La iglesia corintia era una de las más problemáticas en el ministerio de Pablo. Había luchas internas y formas de mala conducta que provocaron al menos dos cartas apostólicas llenas de reprensiones y advertencias. Al final del primer siglo Clemente, obispo de Roma, escribió una carta a los corintios para tratar los mismos problemas, que aparentemente no habían sido resueltos todavía. En su carta, le recordó a los corintios las instrucciones del apóstol Pablo:
Saben que cuando eran gentiles, iban como arrastrados, tras los ídolos mudos. Por eso les hago saber que nadie, hablando por el Espíritu de Dios, dice: «Anatema sea Jesús». Tampoco nadie puede decir: «Jesús es el Señor», sino por el Espíritu Santo.
Pablo entonces comienza la instrucción sobre los dones:
Ahora bien, hay diversidad de dones; pero el Espíritu es el mismo. Hay también diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. También hay diversidad de actividades, pero el mismo Dios es el que realiza todas las cosas en todos. Pero a cada cual le es dada la manifestación del Espíritu para provecho mutuo. Porque a uno se le da palabra de sabiduría por medio del Espíritu; pero a otro, palabra de conocimiento según el mismo Espíritu; a otro, fe por el mismo Espíritu; y a otro, dones de sanidades por un solo Espíritu; a otro, el hacer milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, géneros de lenguas; y a otro, interpretación de lenguas. Pero todas estas cosas las realiza el único y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él designa.
1 Corintios 12:2,3,4-11
DIVERSIDAD DE DONES
No hay razón para creer que la lista de dones espirituales que Pablo escribe aquí es exhaustiva. Él estaba diciendo que el Espíritu da numerosos y diversos dones al pueblo de Dios. Así que la primera cosa que aprendemos sobre los dones del Espíritu es que son diversos. Pablo también enseña que el propósito de los dones es la edificación de todo el cuerpo. En el contexto de esta enseñanza sobre los dones espirituales, Pablo nos habla mucho sobre la naturaleza misma de la iglesia. Cristo había creado una iglesia y le había dado estos dones del Espíritu Santo para edificar y fortalecer a todo el cuerpo.
Pablo continúa: «Porque, de la manera que el cuerpo es uno solo y tiene muchos miembros, y que todos los miembros del cuerpo, aunque son muchos, son un solo cuerpo, así también es Cristo. Porque por un solo Espíritu fuimos bautizados todos en un solo cuerpo, tanto judíos como griegos, tanto esclavos como libres, y a todos se nos dio a beber de un solo Espíritu» (w.12, 13). Esta es información didáctica sobre el bautismo del Espíritu Santo. El tema de Pablo es que todos los miembros de la iglesia de Dios, tanto judíos como gentiles, han sido empoderados por el Espíritu Santo para realizar el ministerio.
Este pasaje bíblico formó la base de uno de los principios de la Reforma: el sacerdocio de todos los creyentes. Este principio fue importante para Martín Lutero y, por poner tanto énfasis en ello, muchos creyeron que estaba tratando de deshacerse del clero. Pero no era así. El punto de Lutero era que aunque ciertos individuos tienen el oficio de pastor, anciano o diácono, el ministerio de la iglesia no lo desempeña un puñado de profesionales de la religión. Todo el cuerpo de Cristo ha sido equipado por el Espíritu Santo para participar en la misión de la iglesia.
UN CUERPO
Es importante que cuando Pablo discute los dones del Espíritu lo hace en el contexto de la iglesia y sigue la metáfora de la iglesia como el cuerpo de Cristo. La iglesia está organizada y tiene diversas partes, así como el cuerpo humano tiene diversos miembros. Pablo desarrolla el punto de que cada porción del cuerpo de Cristo tiene una tarea específica que realizar y ha recibido la habilidad para hacer esa tarea para así ayudar a cumplir la misión de la iglesia, así como las partes individuales del cuerpo humano tienen funciones específicas que realizar para el bienestar de todo el cuerpo:
Pues el cuerpo no consiste de un solo miembro, sino de muchos. Si el pie dijera: «Porque no soy mano, no soy parte del cuerpo», ¿por eso no sería parte del cuerpo? Y si la oreja dijera: «Porque no soy ojo, no soy parte del cuerpo», ¿por eso no sería parte del cuerpo? Si todo el cuerpo fuese ojo, ¿dónde estaría el oído? Si todo fuese oreja, ¿dónde estaría el olfato? Pero ahora Dios ha colocado a los miembros en el cuerpo, a cada uno de ellos, como él quiso. Porque si todos fueran un solo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo? Pero ahora son muchos los miembros y a la vez un solo cuerpo.
1 Corintios 12:14-20
Pablo aquí está usando una antigua forma de argumentación, la reductio ad absurdum (reducción al absurdo), que lleva un punto de razonamiento hasta su conclusión lógica y muestra que los resultados son absurdos. Pablo está confrontando a quienes querían hacer del don de lenguas la prueba suprema de espiritualidad en la vida de la iglesia. Pablo está diciendo, en otras palabras: «Si quieres hacer de las lenguas el único don importante, no es distinto a decir que todo el cuerpo debe ser un ojo. Eso nos daría visión muy aguda, pero seríamos sordos y mudos».
Pablo continúa diciendo: «Ahora bien, ustedes son el cuerpo de Cristo, y miembros suyos individualmente. A unos puso Dios en la iglesia, primero apóstoles, en segundo lugar profetas, en tercer lugar maestros, después los que hacen milagros, después los dones de sanidades, los que ayudan, los que administran, los que tienen diversidad de lenguas» (w. 27, 28). Es importante notar que el don de lenguas se menciona hasta el final de la lista que comienza con apóstoles, porque el oficio apostólico era el oficio de principal autoridad en la iglesia del Nuevo Testamento.
Pablo luego pregunta de manera retórica: «¿Acaso son todos apóstoles?» (v. 29). Según la estructura del idioma griego aquí, la única respuesta posible es no; «¿todos profetas?», la respuesta otra vez debe ser no; «¿todos maestros?», la respuesta debe ser no. «¿Acaso hacen todos milagros?»; de nuevo, la respuesta debe ser no. «¿Acaso tienen todos dones de sanidades? ¿Acaso hablan todos en lenguas?» (w. 29, 30). De acuerdo con la estructura del griego, la respuesta es obvia. Está claro que no todos en el cuerpo de Cristo han recibido el don de lenguas. Más adelante, Pablo expresa un deseo apostólico de que todos hablaran en lenguas (14:5), pero no todos tienen ese don.
EL DON DE PROFECÍA
Pablo continúa: «Con todo, anhelen los mejores dones. Y ahora les mostraré un camino todavía más excelente:» (12:31). Esas son las palabras que están inmediatamente precediendo el comienzo del capítulo 13: «Si yo hablo en lenguas de hombres y de ángeles, pero no tengo amor, vengo a ser como bronce que resuena o un címbalo que retiñe» (13:1). El Apóstol deja en claro que el don del amor es mucho más importante para el pueblo de Dios que otros dones más espectaculares: «El amor nunca deja de ser. Pero las profecías se acabarán, cesarán las lenguas, y se acabará el conocimiento. Porque conocemos solo en parte y en parte profetizamos; pero cuando venga lo que es perfecto, entonces lo que es en parte será abolido» (13:8-10).
Tenemos el meollo de esta instrucción al principio del capítulo 14: «Sigan el amor; y anhelen los dones espirituales, pero sobre todo, profeticen» (v. 1). ¿Qué quiere decir el apóstol Pablo con «profetizar»? ¿Está utilizando este término en el sentido específico de ser un agente de revelación, como era el caso de los profetas del Antiguo Testamento y los apóstoles del Nuevo Testamento? No lo creo, y la amplia mayoría de comentarios del Nuevo Testamento enseñan que cuando Pablo anima a la gente a profetizar, tiene en mente la habilidad de articular la verdad de Dios. El predicador que predica y el cristiano individual que da testimonio de su fe, ambos están participando en acciones proféticas; no en el sentido de dar nueva revelación a la comunidad de Dios, como hacían los profetas del Antiguo Testamento. Incluso en el Antiguo Testamento, se hacía una distinción entre la predicación y la predicción. El acento primordial no está puesto en el anuncio de cosas futuras, sino en hablar de frente la verdad de Dios. Yo creo que esto es lo que Pablo está animando que la gente haga.
EL DON DE LENGUAS
Según la enseñanza de Pablo sobre las lenguas en 1 Corintios, un argumento que indica que estas lenguas son diferentes a lo que ocurrió en Pentecostés es que Pablo parece decir que el hablar en lenguas es una especia de lenguaje de oración:
Porque el que habla en una lengua no habla a los hombres sino a Dios; porque nadie le entiende pues en espíritu habla misterios. En cambio, el que profetiza habla a los hombres para edificación, exhortación y consolación. El que habla en una lengua se edifica a sí mismo, mientras que el que profetiza edifica a la iglesia. Así que, yo quisiera que todos ustedes hablaran en lenguas, pero más, que profetizaran, porque mayor es el que profetiza que el que habla en lenguas, a no ser que las interprete para que la iglesia reciba edificación. Ahora pues, hermanos, si yo fuera a ustedes hablando en lenguas, ¿de qué provecho les sería, si no les hablara con revelación o con conocimiento o con profecía o con enseñanza?.
1 Corintios 14:2-6
En otras palabras, Pablo está diciendo que no hay provecho para el pueblo de Dios sin el contenido inteligible de la verdad de Dios comunicada al pueblo. El problema con las lenguas —en aquel entonces y ahora— es que son ininteligibles, y eso hace que muchos expertos del Nuevo Testamento crean que el fenómeno contemporáneo de las lenguas es simplemente la habilidad humana de experimentar fenómenos de éxtasis bajo la influencia del Espíritu Santo. No quiere decir que negamos que la gente se comunique con el Espíritu Santo cuando están hablando lenguas; simplemente decimos que no se requiere una capacidad milagrosa para hacerlo.
Un problema que enfrentamos actualmente con el fenómeno de las lenguas es que hay muchos registros de esta práctica en las religiones paganas del mundo y también en grupos sectarios como el mormonismo. Hay muchos que niegan la deidad de Cristo y aun así dicen que tienen este don, y no hay diferencia distinguible entre lo que hacen ellos y lo que hacen los cristianos en su vida de oración bajo la influencia del Espíritu Santo.
Pablo continúa dando instrucciones estrictas sobre cómo debía usarse el don de lenguas en la iglesia primitiva. Colocó el énfasis en el orden más que en el desorden, y dio instrucciones de que las reuniones no fueran interrumpidas por las lenguas a menos que hubiera un intérprete ahí presente, alguien que pudiera hacer el mensaje inteligible. Se debe ejercitar gran sensibilidad cuando alguien no creyente visita una reunión y no tiene idea de lo que está pasando.
En resumen, Pablo no dice que las lenguas sean malas y que la profecía sea buena. Su distinción no está entre lo bueno y lo malo sino entre lo bueno y lo mejor. Las lenguas están bien, pero la profecía es mejor. Está diciendo, en otras palabras: «Está bien si quieres orar en lenguas. Pero desea tener los mejores dones del Espíritu para la edificación de la iglesia». La gran advertencia para nosotros hoy en día —incluso si lo que ocurre en la actualidad es lo mismo que sucedía en la comunidad de los corintios— es que no exaltemos este don en particular al nivel de una señal de super espiritualidad o de empoderamiento especial de Dios.
Fuente: TODOS SOMOS TEOLOGOS Una introducción a LA TEOLOGÍA SISTEMÁTICA, R.C. Sproul, Editorial el Mundo Hispano, El Paso, TX, 2015, Pagina 204-210.