En los últimos cincuenta años se han escrito más libros sobre el tema de la persona y la obra del Espíritu Santo que en todos los siglos previos de la historia cristiana. Esta tremenda avalancha de literatura se debe en gran parte al llamado «movimiento carismático«, que comenzó en el siglo XIX y que cruzó a todas las denominaciones a mediados del siglo XX.
PENTECOSTALISMO
Las raíces del movimiento carismático se encuentran en el pentecostalismo, y en su doctrina y enseñanza sobre el bautismo del Espíritu Santo. En la teología pentecostal original, el bautismo del Espíritu Santo y el fenómeno de hablar en lenguas se relacionan con una doctrina singular de santificación, una clase de perfección que se expresa como «la segunda bendición» o «la segunda obra de gracia». El pentecostalismo clásico creía que la primera obra de gracia era la conversión, pero que había una segunda obra del Espíritu igualmente dramática en la cual uno podría tener en esta vida una completa santificación. La idea era que alguien que experimentaba esta segunda bendición quedaba perfeccionado con respecto a su obediencia espiritual, y por eso el movimiento llegó a conocerse como «perfeccionismo«. Con los años, los pentecostales han adoptado diferentes grados y tipos de perfeccionismo.
Con el tiempo, la doctrina pentecostal ha cruzado las fronteras de las denominaciones y ha impactado prácticamente a todas ellas. Se ha intentado integrar la teología del bautismo del Espíritu Santo con el cristianismo histórico, y el resultado ha sido la teología neopentecostal. La principal diferencia entre el pentecostalismo clásico y el neopentecostalismo es el bautismo del Espíritu Santo. Los neopentecostales no consideran el bautismo del Espíritu como una segunda obra de gracia con propósitos de santificación. Más bien, es una operación divina del Espíritu diseñada para dotar y empoderar al creyente para el ministerio. En ese sentido concuerda más con el concepto de la función del Espíritu en el Nuevo Testamento.
Con todo, existen desacuerdos entre los diversos tipos de teología neopentecostal. Muchos hoy en día todavía creen que el signo indispensable de que alguien ha recibido el bautismo del Espíritu Santo es hablar en lenguas. Dicen que quienes no hablan en lenguas no han recibido el bautismo. Otros creen que el hablar en lenguas puede o no acompañar la experiencia del bautismo del Espíritu. Sin embargo, todos los neopentecostales creen que hay un período de tiempo entre la conversión a Cristo y la recepción del bautismo del Espíritu Santo. En otras palabras, se puede ser cristiano y no tener el bautismo del Espíritu Santo. Ellos creen que todo cristiano tiene la posibilidad de ser bautizado en el Espíritu, pero no todos lo han recibido.
La justificación bíblica para esta idea de un período de tiempo entre conversión y bautismo del Espíritu se encuentra en el libro de los Hechos, especialmente en el relato del día de Pentecostés. En Hechos 2 leemos:
Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar. Y de repente vino un estruendo del cielo, como si soplara un viento violento, y llenó toda la casa donde estaban sentados. Entonces aparecieron, repartidas entre ellos, lenguas como de fuego, y se asentaron sobre cada uno de ellos. Todos fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en distintas lenguas, como el Espíritu les daba que hablaran…
Todos estaban atónitos y perplejos, y se decían unos a otros:
— ¿Qué quiere decir esto?.
HECHOS 2:1-4,12
Lucas incluye en su narración no solo una descripción de lo que ocurrió sino también una explicación de este extraño fenómeno. La narración continúa:
Pero otros, burlándose, decían:
—Están llenos de vino nuevo.
Entonces Pedro se puso de pie con los once, levantó la voz y les declaró:
—Hombres de Judea y todos los habitantes de Jerusalén, sea conocido esto a ustedes, y presten atención a mis palabras. Porque estos no están embriagados, como piensan, pues es solamente como las nueve de la mañana del día. Más bien, esto es lo que fue dicho por medio del profeta Joel:
Sucederá en los últimos días, dice Dios, que derramaré de mi Espíritu sobre toda carne.
Sus hijos y sus hijas profetizarán, sus jóvenes verán visiones, y sus ancianos soñarán sueños.
De cierto, sobre mis siervos y mis siervas en aquellos días derramaré de mi Espíritu y profetizarán.
HECHOS 2:13-18
Cuando Pedro interpretó el significado de estos eventos en el día de Pentecostés señaló la profecía de Joel en el Antiguo Testamento donde Joel predicó sobre una venida futura del reino de Dios en un tiempo cuando Dios derramaría su Espíritu Santo sobre toda carne.
DERRAMADO SOBRE TODA CARNE
Ya hemos mencionado en un capítulo previo que la unción del Espíritu estaba restringida en el Antiguo Testamento a ciertos individuos como Moisés, pero que Dios distribuyó de su Espíritu a setenta ancianos en la comunidad que luego comenzaron a profetizar (Números 11:24, 25). Cuando Josué oyó a los ancianos profetizando le dijo a Moisés que se los prohibiera, pero Moisés respondió: «¿Tienes tú celos por mí? ¡Ojalá que todos fueran profetas en el pueblo del SEÑOR, y que el SEÑOR pusiera su Espíritu sobre ellos!» (v. 29).
Moisés deseaba que Dios pusiera su Espíritu en todo el pueblo, en toda la comunidad, y oró pidiendo eso.
Cuando llegamos a Joel, la oración de Moisés ya se ha convertido en una profecía. Joel dice que vendría un tiempo en que Dios derramaría su Espíritu sobre todo su pueblo. Ya no habría más gente con abundancia y gente con escasez. Vemos en Hechos que Pedro interpretó los eventos del Pentecostés como el cumplimiento de la profecía de Joel, y esto es completamente contrario a la idea de que Dios da su Espíritu a algunos creyentes pero no a todos como han enseñado los pentecostales.
Las personas reunidas en Pentecostés eran creyentes judíos de muchas provincias. Se habían reunido para celebrar la fiesta de Pentecostés según lo ordenaba el Antiguo Testamento. Cuando el Espíritu cayó sobre los creyentes judíos, descendió sobre todos. Cada uno de esos creyentes judíos recibió el derramamiento del Espíritu Santo. Pentecostés marcó una nueva época en el plan de redención de Dios.
Vemos tres episodios más en el libro de los Hechos que podemos identificar como «mini-Pentecostés». En Hechos 8, leemos que se dio el Espíritu Santo a creyentes samaritanos:
Los apóstoles que estaban en Jerusalén, al oír que Samaría había recibido la palabra de Dios, les enviaron a Pedro y a Juan, los cuales descendieron y oraron por los samaritanos para que recibieran el Espíritu Santo. Porque aún no había descendido sobre ninguno de ellos el Espíritu Santo; solamente habían sido bautizados en el nombre de Jesús. Entonces les impusieron las manos, y recibieron el Espíritu Santo.
HECHOS 8:14-17
Ese pasaje se utiliza para apoyar la idea de un período de tiempo entre la conversión y recibir el Espíritu, y ciertamente así fue para los creyentes samaritanos. Habían creído en Jesús pero no habían recibido el Espíritu Santo.
Luego, en Hechos 10, vemos lo que sucedió en la casa de Cornelio:
Mientras Pedro todavía hablaba estas palabras, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que oían la palabra. Y los creyentes de la circuncisión que habían venido con Pedro quedaron asombrados, porque el don del Espíritu Santo fue derramado también sobre los gentiles; pues les oían hablar en lenguas y glorificar a Dios.
HECHOS 10:44-46
Pedro estaba visitando a Cornelio, que se identifica en Hechos como un temeroso de Dios, un creyente gentil que se interesaba mucho por el judaismo pero que no se había circuncidado todavía. Pedro estaba en casa de Cornelio cuando el Espíritu Santo descendió sobre esos gentiles temerosos de Dios. Pedro entonces indicó que los gentiles fueran bautizados: «Entonces Pedro respondió: ¿Acaso puede alguno negar el agua, para que no sean bautizados estos que han recibido el Espíritu Santo, igual que nosotros?’ » (w. 47, 48). Estos temerosos de Dios iban a ser injertados en la iglesia del Nuevo Testamento; iban a ser miembros plenos de la comunidad del nuevo pacto porque Dios les había dado el Espíritu. Más tarde, en Hechos 19, vemos algo similar entre cristianos efesios. Ellos también recibieron el Espíritu Santo.
Entonces hay cuatro relatos de derramamiento del Espíritu Santo en el libro de Hechos. Hay dos elementos importantes que hay que notar en estos sucesos. Primero, todos los que estaban presentes como creyentes en estos episodios recibieron el Espíritu Santo. Segundo, Lucas describe cuatro grupos distintos de personas: los judíos, los samaritanos, los temerosos de Dios y los gentiles. Por el libro de Hechos y las epístolas del apóstol Pablo sabemos que una de las mayores controversias en los primeros años de la iglesia cristiana fue sobre el lugar de los gentiles en el cuerpo de Cristo. Los gentiles eran extranjeros en la comunidad de Israel y extraños al pacto del Antiguo Testamento. Debido a eso, los temerosos de Dios tenían membrecía parcial, los samaritanos absolutamente nada de membrecía y los gentiles estaban fuera del campamento. Así que cuando el evangelio fue predicado a estos grupos surgió el asunto de qué hacer con los que se convirtieran. ¿Tendrían todos membrecía plena en el cuerpo de Cristo?
Si miramos la estructura literaria y la progresión del libro de Hechos, podemos ver que Lucas sigue el trazo de la expansión de la iglesia apostólica, comenzando con los judíos y extendiéndose a todas las naciones, así como Cristo lo había trazado en sus palabras de despedida a los discípulos: «Pero recibirán poder cuando el Espíritu Santo haya venido sobre ustedes, y me serán testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra» (Hechos 1:8).
Así es como se desarrolla y progresa el libro de Hechos. Cuando se toca cada segmento —samaritanos, temerosos de Dios y gentiles— Dios verifica su inclusión con plenos privilegios y membrecía completa en la iglesia del Nuevo Testamento al darles el Espíritu Santo.
Mi problema con la teología pentecostal es que tiene una visión muy pequeña de Pentecostés. La importancia que el Nuevo Testamento le otorga a Pentecostés es que el derramamiento del Espíritu Santo es para toda la iglesia y, por lo tanto, para todo creyente. Como escribe Pablo: «Porque por un solo Espíritu fuimos bautizados todos en un solo cuerpo, tanto judíos como griegos, tanto esclavos como libres; y a todos se nos dio a beber de un solo Espíritu» (1 Corintios 12:13). Yo creo que en la doctrina bíblica no hay lugar para un concepto de cristianos que tienen el bautismo del Espíritu Santo y cristianos que no lo tienen. El bautismo del Espíritu viene con la conversión. No es exactamente lo mismo que la conversión, pero el principio es que todos los cristianos reciben el bautismo del Espíritu Santo.
Fuente: TODOS SOMOS TEOLOGOS Una introducción a LA TEOLOGÍA SISTEMÁTICA, R.C. Sproul, Editorial el Mundo Hispano, El Paso, TX, 2015, Pagina 198-203.